¿Existe la obsolescencia programada?

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    ¿Existe la obsolescencia programada?

    La obsolescencia programada consiste en desarrollar productos informáticos de manera que duren únicamente un periodo de tiempo determinado. En otras palabras: las empresas que implementan esta práctica no buscan crear productos de calidad, sino productos que se vuelvan inservibles en algún punto para que los consumidores se vean obligados a comprar otros. Una dinámica que, durante los últimos años, ha generado una oleada de queja generalizada entre los consumidores. Porque sí, la obsolescencia programada sí existe.

     

    Tipos de obsolescencia planificada

    La obsolescencia programada ha sido implementada por numerosas marcas fabricantes de productos eléctricos y electrónicos durante las últimas décadas con el objetivo de aumentar sus ingresos. Aunque no siempre de una misma forma. Después de todo, existen diferentes tipos de obsolescencia programada. La más notoria y más denunciada por los consumidores es la obsolescencia propiamente dicha. Es decir, prever durante el diseño del producto un número limitado de utilizaciones o un tiempo máximo de utilización.

    También encontramos la obsolescencia indirecta. Es aquella provocada bien por la imposibilidad de reparación del producto o bien por la carencia de piezas de repuesto. De esa manera, una vez el aparato se encuentra en un estado no funcional, el consumidor se ve obligado a consumir otro. Y la obsolescencia planificada funcional en la que un componente esencial está programado para fallar. Y la obsolescencia ecológica, a través de la cual una marca promueve la compra de nuevos productos alegando ser medioambientalmente más saludables.

     

    Productos con obsolescencia programada

    No son los únicos tipos de obsolescencia programada que existe. También existe, por ejemplo, la obsolescencia por caducidad. Consiste en reducir la percepción de utilidad de un producto que, en realidad, sigue siendo apto. Ocurre a menudo en la industria alimentaria, donde algunas marcas reducen las fechas de caducidad o consumo preferente para incentivar al consumo de nuevos productos. En ese sentido, encontramos que existen productos de todo tipo que son comercializados bajo algún tipo de obsolescencia programada.

    La lista de ejemplos es muy larga. Cartuchos de tinta de impresora, videojuegos que no funcionan en las consolas nuevas de la misma marca, software que se vuelve incompatible con los nuevos sistemas operativos de la marca fabricante, libros de texto escolares, bombillas eléctricas, lavadoras, microondas, frigoríficos, lavavajillas y, por encima de todo, equipos informáticos. Son los productos con obsolescencia programa por excelencia. Desde los ordenadores hasta los teléfonos móviles, pasando por los portátiles y las tabletas.

     

    Reciclar aparatos electrónicos

    Esta caducidad programada deberá cambiar. Es más, en el año 2018 Italia impuso la primera multa del mundo por prácticas de obsolescencia programada. En concreto, el organismo encargado de proteger al consumidor del país italiano impuso diez millones de multas a Apple y cinco millones de euros a Samsung por programar de un modo deliberado el fallo de sus dispositivos electrónicos. La presión de las organizaciones de consumidores nos permite pensar que en un futuro estas sanciones serán más y más frecuentes.

    De momento, todos los consumidores estamos expuestos a montones de productos programados para fallar. Eso nos conduce a una sustitución de productos, especialmente electrónicos, mucho más elevada de lo que debería. ¿Qué debemos hacer mientras la obsolescencia programada desaparece? ¿Cómo debemos actuar respecto a los viejos aparatos electrónicos que dejan de funcionar? Reciclándolos. Es imprescindible que reutilicemos aquellos materiales reutilizables y protejamos el medio ambiente. Que la obsolescencia programada no nos haga dañar el mundo.